La mañana del jueves 17 de enero quedó marcada por la tragedia en la Escuela de Policía General Santander, donde un atentado terrorista sacudió los cimientos de la institución y dejó un doloroso saldo de 21 vidas perdidas y 68 personas heridas. Entre aquellos que se encontraban en ese fatídico lugar se hallaba Stiven Prada Riaño, un joven cadete de la Policía cuya historia estaba entrelazada con la esperanza y el sacrificio.
Originario de Ibagué, Tolima, Stiven había decidido unirse a la Escuela General Santander a la temprana edad de 17 años. Su sueño de servir a Colombia y aliviar las cargas de sus padres fue la fuerza motriz que lo llevó a tomar esa decisión. En diciembre del año anterior, en un gesto de compromiso y gratitud, le había prometido a sus padres compensar todos los esfuerzos que habían hecho por él.
Stiven, a pesar de su dedicación a la carrera policial, guardaba en su corazón una pasión que lo acompañó desde su infancia en Ibagué: el fútbol. Desde joven, formó parte de equipos destacados en la ciudad, ocupando siempre la posición de arquero. A pesar de su compromiso con la policía, su amor por el deporte nunca menguó.
En la Escuela de Policía, Stiven no solo se destacaba por su servicio, sino también por su habilidad en el campo de juego. Formaba parte de un equipo que se convirtió en campeón en un torneo reciente, y su destreza como arquero había sido fundamental para ese logro. El día del atentado, Stiven había recibido un merecido reconocimiento y una beca estudiantil en reconocimiento a su valioso aporte al equipo y su destacado desempeño.
La tragedia no solo dejó cicatrices físicas y emocionales en la comunidad de la Escuela General Santander, sino que también arrebató la vida de un joven cuyo espíritu vibrante y dedicación dejaron una huella imborrable. La historia de Stiven Prada Riaño es la historia de muchos jóvenes que, con sueños y esperanzas, buscan contribuir al bienestar de su país, una historia que ahora se teje con el hilo de la memoria y el dolor compartido.